XXI SEMINARIO INTERNACIONAL
“LOS PARTIDOS Y UNA NUEVA SOCIEDAD”
Balance del programa de construcción de la
Transición de los gobiernos alternativos de Nación
Ponencia: Estado, sistema político, Frente Amplio y políticas de alianza
Firmante: Eduardo Mernies
Secretario de Relaciones Internacionales del Frente Izquierda de Liberación
eduardo.mernies@gmail.com
Frente Amplio – Uruguay
Introducción.
Las crisis económicas de finales del Siglo XX y sus devastadoras consecuencias sociales y políticas, generaron en nuestro continente condiciones que favorecieron el acceso a los gobiernos de frentes o alianzas de izquierda y progresistas, resultantes de procesos de acumulación de fuerzas de variadas características.
En Venezuela, Hugo Chávez llega al gobierno, con un fuerte liderazgo, sin partido político pero con el respaldo de un movimiento organizado.
En Brasil, Lula da Silva, un sindicalista con un fuerte liderazgo y un partido estructurado con más de dos décadas de historia, pone a la izquierda al gobierno.
Uruguay, con la izquierda unida en un partido sólido, con acuerdo programático, estructura y arraigo territorial, triunfa en 2014, con el liderazgo de Tabaré Vázquez.
Argentina vive el ascenso de la figura de Néstor Kirchner, en ese entonces sin liderazgo y con un partido donde convivían y disputaban la conducción diversas corrientes.
Rafael Correa, un líder carismático, con amplio respaldo político y social, aunque sin partido, hace lo propio en Ecuador.
En Bolivia, Evo Morales, indígena y dirigente cocalero, sorprende con su inmenso liderazgo, y su admirable capacidad política.
El carismático Fernando Lugo, religioso y con fuerte ascendencia en el campesinado, alcanza la presidencia en Paraguay, sobre una alianza electoral, de partidos y movimientos de izquierda, con sectores tradicionales, de diversidad ideológica.
En Honduras, llega a la presidencia Manuel Zelaya, político de un partido histórico, con un perfil integracionista y antiimperialista.
En tanto el FSLN de Nicaragua recupera el gobierno en las elecciones de 2006, y el FMSL triunfa en El Salvador en 2009; ambos frentes con una historia de lucha social y guerrilla, enfrentados a las dictaduras fascistas (a diferencia, por ejemplo, de los países sudamericanos, donde el fascismo fue derrotado en base a la resistencia en territorio y en el exilio, la movilización popular pacífica, y la concertación política y social).
Si bien estamos enumerando los procesos que llevaron al gobierno a la izquierda o a alianzas de corte progresista al final del Siglo XX y primera década del Siglo XXI, sería imperdonable no referirnos a Cuba, el Pueblo heroico que mantuvo en forma ininterrumpida un gobierno soberano, antiimperialista, la digna resistencia al más feroz bloqueo, constituyendo un punto de referencia para la izquierda y optimismo para las organizaciones políticas y sociales que aspiramos a un mundo sin explotación.
Resumiendo, los proyectos alternativos al neoliberalismo, alcanzaron el gobierno desde situaciones diversas: partidos fuertes y estructurados con reconocidos liderazgos; frentes sólidos con larga historia desde la lucha social y la guerrilla antifascista; líderes carismáticos sin partido y con fortaleza en sectores populares. En general, surgieron o crecieron como resultado de procesos de acumulación de fuerzas, en contextos económicos, sociales y políticos, derivados de las crisis y la incapacidad de los gobiernos neoliberales de dar respuesta a las demandas de la sociedad.
Queremos subrayar dos características de estos procesos:
Los proyectos alternativos son heterogéneos: en su base ideológica, unidad programática, estructura política y alianzas o base social que los sustenta.
Todos ellos son revolucionarios: a partir de la gradualidad, o la transformación profunda más acelerada, ninguno se plantea administrar el capitalismo; en cambio, se sustentan en la soberanía, el antiimperialismo, la integración regional, la redistribución de la riqueza, el avance en derechos, igualdad y justicia social.
Análisis de coyuntura internacional.
El capitalismo vive una crisis estructural de escala mundial, y su opción, por naturaleza del sistema, será buscar los ajustes a nivel global, que permitan a sus transnacionales recuperar sus niveles de ganancia, obviamente a costa de más pobreza y más miseria en el mundo. Los cambios de las últimas décadas, el crecimiento de otras potencias, el crecimiento de la izquierda en América Latina y el Caribe, ubica a Estados Unidos en crisis económica y disminución de su incidencia en un mundo multipolar y complejo.
En este escenario, América Latina y el Caribe adquieren una relevancia significativa, desde el punto de vista geopolítico, financiero y como fuente de recursos naturales, reserva de agua, recursos minerales y energéticos, alimentos y otras materias primas.
Intereses económicos y políticos, explican la contraofensiva de Estados Unidos, con el fin de recuperar el nivel de hegemonía que tenía sobre la región.
Los económicos, ya fueron explicados. Los políticos, buscan aniquilar todo proyecto y esperanza de transformación, toda perspectiva de alternativas a su sistema perverso.
Por estas razones, debe entenderse que el imperialismo no ha vacilado ni vacilará en utilizar todos los métodos y todo su poderío político, financiero, tecnológico y militar.
Así se manifiesta y agudiza la lucha de clases, con resultados favorables para el imperio, en Honduras, Paraguay, Brasil y Argentina. No así en Nicaragua y Uruguay. Se está dando batalla en Ecuador y con Bolivia bajo amenaza, al igual que Venezuela resistiendo una verdadera guerra.
La ofensiva imperialista por recuperar su hegemonía, cuenta con un plan cuidadosamente diseñado y adecuado a la realidad de cada país – inspirado en el plan Sharp –, apoyada por las derechas locales y, en especial, por los medios masivos de comunicación, hoy principal expresión política del conservadurismo. Estas campañas desestabilizadoras nos pusieron a la defensiva, afectando el avance de los proyectos políticos alternativos.
Esta operación que se realiza desde el emporio mediático que representa los intereses del poder hegemónico neoliberal procura, por un lado, desacreditar a nuestros referentes y líderes políticos o construir la idea de que somos todos iguales; por otro, imponer la idea de que la alternancia es sana para la democracia.
Así como el contexto económico internacional favorable a nuestras naciones facilitó condiciones para llevar adelante nuestras políticas, el contexto económico actual nos afectó fuertemente. Sumado a los factores socio-políticos, fuere por demandas insatisfechas, por realidades mundiales (crimen organizado, inseguridad ciudadana) o por situaciones creadas desde el exterior y por la oposición (campañas difamatorias y desestabilizadoras), se generaron condiciones que han permitido a la derecha ganar posiciones y modificar la correlación de fuerzas en la región. El ejemplo más tangible es el de Argentina y Brasil, con su impacto en el bloque de integración regional.
La capacidad de nuestros gobiernos progresistas y de izquierda, para hacer frente a esta nueva situación, depende de muchos factores. Entre ellos, las transformaciones logradas en cada país (soberanía energética, soberanía alimentaria, matriz productiva), el manejo de la economía, la educación política y cultura para el cambio, la estructuración de organización política y capacidad movilizadora, la política de alianzas y base social para defender los cambios y resistir la restauración.
Tampoco debe escaparnos que el enemigo nos lee, nos estudia, considera nuestra estrategia y diseña cómo contrarrestarla. El documento emanado del Encuentro del Foro de San Pablo en 1996, expresaba “Debemos ser nosotros abanderados de valores como la honestidad, la verdad, la sencillez, la transparencia, la búsqueda para que prevalezca la verdad y el interés mayoritario”. Parte de la estrategia de la derecha fue minar la credibilidad de nuestros gobernantes y gobiernos. Esto tiene como fin inmediato la desestabilización para derrocar a los gobiernos de izquierda y progresistas, pero, y como objetivo de fondo, generar la idea de que no hay diferencias y sepultar las esperanzas en un modelo alternativo al capitalismo.
En síntesis, la subestimación de la economía, la subestimación de la incidencia de los medios masivos de comunicación, y la subestimación de la capacidad del enemigo de usar todo su poderío económico y militar, sin descartar ningún método, con tal de lograr sus objetivos de recuperar el nivel de hegemonía en la región, constituyen errores fatales que no nos podemos permitir.
Es imprescindible analizar todo esto colectivamente, con honestidad intelectual y profundo espíritu autocrítico, intercambiando experiencias. Dicho análisis debe considerar nuestras debilidades, así como las fortalezas o habilidades del enemigo.
Frente Amplio.
Articulador y eje político del bloque político-social para la hegemonía alternativa
En Uruguay, en el contexto antes mencionado, un nuevo triunfo electoral en 2014, mantiene al Frente Amplio en el gobierno, por tercer periodo consecutivo y nuevamente con mayoría parlamentaria.
Analizado en perspectiva, y en un contexto de agresión imperialista e intento de restauración neoliberal, este triunfo popular cobra mayor dimensión, habida cuenta de los acontecimientos recientes a nivel mundial y, en particular, de la región, en contra de los anuncios de un supuesto “fin del ciclo progresista” en el continente. En tal sentido, se valora positivamente el logro de este objetivo de la izquierda, siendo fundamental comprender el papel protagónico que tuvo la sociedad organizada, en particular la clase trabajadora, se movilizó para defender las conquistas y avances, tanto en materia económica, como de derechos y libertades.
Sin embargo, preocupa no lograr un crecimiento que represente la consolidación de nuestro proyecto, así como mayorías más holgadas que garanticen gobernabilidad y cumplimiento del programa político.
En Uruguay, están claramente definidos dos bloques: el conservador que busca la restauración neoliberal y el de izquierda y progresista, que representa un proyecto político de país productivo con justicia social. Esta es la contradicción principal que caracteriza esta etapa de disputa del poder. Comprendido esto, resulta clave la construcción del bloque social y político contrahegemónico o, mejor dicho, por una hegemonía alternativa al capitalismo, antioligárquica y antiimperialista.
En tal sentido, nos parece importante puntualizar el rol del movimiento sindical, cuyo posicionamiento se define como “independencia de clase, pero no prescindencia del movimiento político que vive el país”. La madurez de la clase trabajadora organizada ha sido y es clave, en la defensa histórica de la democracia y en la defensa por sus avances y conquistas.
Una de las debilidades que anotamos es que el esfuerzo por redistribuir la riqueza, ampliar los derechos, libertades y calidad de vida de los uruguayos, no ha sido acompañado de un proceso de educación política y concientización, por lo que los avances – que consideramos insuficientes pero que han sido significativos – no han hecho síntesis satisfactoria en la cultura para el cambio, un tema a profundizar.
Análisis político.
El triunfo electoral que puso al Frente Amplio por tercer periodo consecutivo en el gobierno, no es el resultado de una mejor campaña electoral o de un candidato con amplia aceptación (que también son factores importantes). Es síntesis de un proceso de acumulación de fuerzas, de décadas de lucha, trabajo y generación de conciencia.
Este proceso, tuvo sus hitos en la unidad del movimiento estudiantil expresada en la fundación de la FEUU, las primeras expresiones de unidad de la izquierda en los años ’60: la Unión Popular y la fundación del Frente Izquierda de Liberación en 1962 con el llamado a “La unidad sin exclusiones” (El conocimiento de esta etapa histórica es fundamental para comprender el proceso de construcción y unificación de la izquierda, ya que constituye las bases de lo que fue luego el Frente Amplio), la unificación del movimiento sindical en la CNT y la realización del Congreso del Pueblo en 1966. Todo esto se sintetiza en la conformación del Frente Amplio en 1971.
La unidad programática desde la diversidad política, es fruto de largo trabajo, ya no preelectoral, sino que hoy se trata de una elaboración permanente, en la que participan miles de compatriotas en todo el país.
El discurso de la unidad política y social, es una constante para la izquierda uruguaya, y no nos cansamos de recalcarlo, porque es una característica de nuestro proceso revolucionario que lucimos con orgullo y que tratamos siempre de propagar. Cuidar de esa unidad, mantenerla, no ha sido tarea fácil. Ha habido dificultades, como en todos lados, pero ha prevalecido el interés colectivo y se ha contado con un pueblo vigilante.
La doble condición, de coalición y movimiento, da al Frente Amplio un importante arraigo territorial, y su forma de funcionamiento implica un cierto nivel de participación y movilización permanente.
Un aspecto que requiere atención permanente, es el fortalecimiento del vínculo “gobierno – fuerza política – organizaciones sociales”, articulado por el Frente Amplio.
Esta articulación ha permitido atender e incorporar a la agenda política demandas de las organizaciones sociales (asignación de recursos del Estado), así como planteamientos políticos trascendentes (por ejemplo, el rechazo al TISA).
Como principio rector y, entre otros, fundamento para definir a nuestro proceso como revolucionario, es la lucha por construir una alternativa al capitalismo. En tal sentido, la lucha social y política, la prosecución del objetivo de avanzar en democracia y profundizar los cambios, se produce en un marco de participación y movilización permanente, acompañada del debate y la lucha ideológica. No imaginamos otra forma de hacerlo y, por otra parte, ha sido clave en la consolidación de esta unidad sin exclusiones, fruto de más de medio siglo de lucha y construcción. Asimismo, la lucha ideológica junto a la educación política, resultan claves para lograr hegemonía ideológico-cultural, desde una perspectiva revolucionaria y con el fin de construir una sociedad socialista.
El Frente Amplio es el instrumento por excelencia, para articular las alianzas y las acciones entre partidos políticos y organizaciones sociales, base para la construcción y consolidación del bloque político-social para la hegemonía alternativa al neoliberalismo, a partir de la unidad programática, acumulando fuerzas para las transformaciones y constructor de la nueva sociedad.
Política de alianzas.
Para construir hegemonía es indispensable impulsar una política de alianzas que, a partir de los intereses y objetivos en común, sea capaz de hacer frente a la contraofensiva neoliberal, modificando a nuestro favor la correlación de fuerzas de la izquierda y el movimiento popular en América Latina y el Caribe.
A nivel de gobiernos, se hace necesario avanzar en una unidad de América Latina y el Caribe, que incluya a los gobiernos que, no necesariamente sean de izquierda o progresistas, pero sí tengan intereses en común, en diferentes planos, como la construcción de la paz continental, la soberanía, la complementariedad y cooperación mutua, el incremento del comercio entre nuestros países, valorando además las ventajas de actuar como bloque.
En particular, la implementación de los acuerdos de Paz en Colombia es un objetivo que trasciende a la izquierda, en la más amplia alianza política y social, de organizaciones con vocación democrática y humanista.
Las políticas proteccionistas de la nueva administración Trump, pusieron en alerta también a gobiernos que hoy no son de izquierda, caso de México, Argentina, Brasil. La línea de negociación y acuerdos bilaterales de EEUU (para su beneficio y a costa de nuestras economías), impone el desafío de hacer valer lo ventajoso de las relaciones comerciales multinacionales, impulsando el fortalecimiento de los instrumentos como CELAC, UNASUR, ALBA, MERCOSUR, siendo clave preservar el nivel de incidencia y correlación de fuerzas favorable a la orientación progresista, soberana, de izquierda. Asimismo, y a partir del accionar como bloque regional, es necesario impulsar las relaciones con otros bloques a nivel mundial.
Siendo un objetivo En la lucha por las instituciones debemos priorizar la alianza estratégica entre las organizaciones políticas y los movimientos sociales, pero buscando ensanchar el bloque político-social para los cambios. Para ello, contamos con espacios de articulación y acción política como el Foro de San Pablo y también la COPPPAL.
Debemos articular, organizar y coordinar el frente político y social continental, en base al movimiento popular y antiimperialista. Para ello, el Foro de Sao Paulo ha demostrado ser la herramienta idónea, quien debe tener un papel preponderante como nucleador hoy de las fuerzas políticas de izquierda y progresistas del continente.
Espacios como el que hoy nos encuentra, gracias a la generosidad y amplitud del Partido del Trabajo de México, son tribuna de debate y síntesis de ideas, y deben servir como base para la propagación de las reflexiones más diversas que se sintetizan en esta comunidad política, por lo que debe constituir una herramienta para la concientización y acumulación de fuerzas para la transformación del mundo, por sistemas alternativos basados en la justicia social, la solidaridad y la paz.
Culminamos esta exposición, compartiendo el acta de constitución del Frente Izquierda de Liberación, pilar fundamental para la posterior fundación de nuestro Frente Amplio:
“Partidos y grupos políticos, que hemos venido luchando por la unidad de izquierdas sin exclusiones, resolvemos dar por constituido un frente de acción política, integrado por los participantes, que deje abierto el camino para la incorporación de todas las fuerzas de izquierda, objetivos por el que luchamos y seguiremos luchando, y acordamos apoyar un lema accidental para las elecciones de noviembre de 1962. Esta acción por lograr la unidad política de todos los sectores populares seguirá siendo el centro de nuestra lucha, pues entendemos que sólo así abriremos el cauce para que la fuerza liberadora del pueblo pueda expresarse antes, en, y después de las próximas elecciones.”
(Acta constitutiva del Frente Izquierda de Liberación – 15 de julio de 1962)